Religiosa franciscana celebró 50 años de vida consagrada
Con una misa presidida por el obispo, Mons. Ricardo Morales, la Hermana Julia Órdenes, de la congregación Franciscanas penitentes Recolectinas de la Inmaculada Concepción de Roosedaal, celebró sus 50 años de consagración religiosa, en el Santuario de La Candelaria, en Copiapó. La acompañaron sacerdotes y religiosas de toda la diócesis, amigos y vecinas.
En su homilía, el obispo agradeció a Julia toda una vida entregada al Señor y a los hermanos. Le dijo que “el Señor nos prepara la mesa, nos invita como amigos queridos, a compartir su vida. Dios no se cansa de llamar, su amor busca nuevos caminos, nuevos corazones. Tu vida religiosa ha sido una respuesta a este Dios que invita”.
Don Ricardo manifestó que Julia “ha sido testigo de esta mesa de Dios donde todos tenemos lugar, donde los pobres son los primeros, así como todos los que buscan justicia”. También resaltó la confianza y disponibilidad de la religiosa al llamado del Señor “a compartir esta mesa grande, mesa donde te has dispuesto a servir”, añadiendo con convicción: “Tu vida es una misión que no se ha quedado en los templos, sino que ha salido al encuentro, por plazas y caminos”. Recordó de forma especial cuando la hermana Julia junto a otras religiosas participó en marchas durante el llamado estallido social, y su lucha por defender los derechos humanos, durante la dictadura. “Allí donde hay un dolor que consolar, una injusticia que denunciar, una vida que levantar, has estado tú”, le dijo.
El obispo invitó a agradecer la mesa del reino, y a quienes sirven en ella con alegría. “Si Cristo no es fiesta en el corazón, no hay evangelio”, dijo. Dirigiéndose a la hermana Julia, le dijo: “Que el Señor, que te llamó hace 50 años, te siga llamando con esa ternura que consuela, que nos hace decir al final del día, que vale la pena lo que el reino implica, la mesa donde has querido servir con fidelidad y amor”.
Después de la homilía, la hermana Julia renovó sus votos de profesión religiosa. Luego, en el ofertorio, la religiosa llevó un cirio y la constitución de su congregación.
Acción de gracias
Al final, la hermana tomó la palabra. Dio las gracias al Señor “por tu fidelidad y por tu amor incondicional. Me has acompañado en cada paso, en casa misión, en cada alegría y en cada dificultad”, y pidió: “Que pueda, Señor, seguir siendo un instrumento de tu amor”. También manifestó su gratitud por sus hermanas de congregación y por las personas con las que ha compartido la vida, mencionando de manera especial a don Fernando Ariztía, “obispo que me acogió en esta diócesis”, relató.
Almuerzo de fraternidad
Después de la misa, la religiosa disfrutó de un alegre y emotivo almuerzo de celebración junto a quienes la acompañaron en la misa, ocasión en que pudo recibir muestras de cariño y agradecimiento.

